A finlaes de los años noventa, tener un Furby era lo mejor que te podría pasar. El furor por estos muñecos afelpados fue tal durante los últimos meses del siglo XX que en 1998 lograron venderse más de 27 millones de unidades.
A pesar de que era muy difícil acostumbrarse a ver esos monigotes tan extraños, sobre todo para las personas mayores, la clave del éxito de estos juguetes radicó en su anatomía robótica. Por otra parte, su programación – muy avanzada para la época– les permitía interactuar con los propietarios de estos muñecos y entre sí en un grado sin precedentes. No obstante, estos añadidos tecnológicos se convirtieron también en un inconveniente para otros.
En 1999, la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU (NSA) hacía un sorprendente anuncio a todos sus trabajadores y agentes: quedaba terminantemente prohibido llevar un Furby al trabajo, debido a que se considerada a este juguete como un peligroso elemento de espionaje.
El hecho de que los Furbys estuvieran equipados con un mecanismo electrónico en su interior, que tenía un pequeño micrófono, lo convertía en algo que comprometía la seguridad del país.
En las instalaciones de la NSA se mantenían conversaciones de máxima privacidad y se temía que uno de esos muñecos, llevado por algún empleado, hubiera podido ser manipulado por un agente de una potencia enemiga para conseguir información secreta.
Así fue como se prohibieron los pobres e indefensos Furbys. ¿Pero ya vieron que ya están de regreso?
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